jueves, 2 de noviembre de 2006

The battle of evermore (cuenta)

Son las 11 de la mañana y es miércoles, el día de ir a votar l'Estatut. Me encuentro en la terraza, sentado tranquilamente mientras navego y divago un poco, Led Zeppelin 4 en el auricular, “The battle of evermore”, The Wall a la espera y todos los Cohen en el coche, maldita sea. Tres tazas de té entre pecho y espalda y de vez en cuando alguna mirada en dirección a las puertas de l’instituto, a no más de cuarenta o cincuenta metros de donde estoy, hoy, que se ha despertado vestido de colegio electoral. Veo entrar muy poca gente pero aún es temprano, supongo. Hace dos o tres años mi hija todavía estudiaba allí, genial “Stairway to Heaven”, y desde entonces sólo vuelvo para las citas electorales. Se trata de un instituto relativamente nuevo y grande, de una sola planta. Desde la terraza la impresión triste y desolada que hoy produce el recinto se aleja tanto de la imagen bulliciosa que ofrece los días de clase que muy bien podría decirse que se trata de lugares diferentes. Al traspasar la puerta te encuentras sumergido en un decorado listo para filmar las típicas y estúpidas películas norteamericanas de adolescentes, “Going to California”. El té se enfría y mi gata hoy está como el tiempo, un poco “tonta”; no cesa de reclamar mi atención. La gata tiene 48 años “gatunos” aunque no lo parece, está hecha una buena pieza y es bastante más inteligente que mucha gente que conozco. Se ha acabado el 4 de Led Zeppelin pero no quiero poner Pink Floyd sin escuchar de nuevo “The battle...”; suena como Supertramp y Supertramp siempre me ha gustado. Quizá más tarde vaya a buscar algo de esa gente.

Hace ya tiempo que no necesito reflexionar demasiado antes de ir a votar. Tiempo atrás solía valorar entre las diversas opciones de izquierda antes de decidirme por la propuesta que me parecía más ambiciosa o más práctica, más valiente, más inteligente... qué se yo. Ahora en cambio ya no tengo necesidad de hacer cábalas y todo se lo debo al esforzado señor Aznar y la pandila de descerebrados a los que dio el relevo justo a tiempo de perder las elecciones. Ahora voto pensando en fastidiar al PP con la expectativa, y ojalá fuera realista, de que nunca más vuelvan al poder. Es verdad que en Cataluña apenas sufrimos PP (el ruido nos llega desde lejos y eso peturba menos) pero a cambio padecemos CiU, "algo" muy parecido en el fondo aunque las formas pudieran indicar otra cosa. Antes votaba con el corazón y esto a menudo me conducía a opciones irrelevantes en la práctica aunque significativas por lo que representaban desde un punto de vista testimonial; mi voto era un lujo democrático que ahora, desgraciadamente, ya no me puedo permitir. Hace rato que suena “The Wall” en mi cabeza; y está bien. Y parece que la tramontana pide permiso para pasar. Que pase; a mí me gusta.