sábado, 31 de marzo de 2007

He visto la luz, y no me ha gustado (cuenta)

“Alumbrado: se dice de los adeptos a doctrinas según las cuales se llegaba mediante la oración a estado tan perfecto, que, entregados a Dios, no necesitaban practicar los sacramentos ni las buenas obras, y se sentían libres de pecado cualesquiera que fueran sus actos. Esta doctrina surgió en España en el siglo XVI”. Estos alumbrados, conocidos asimismo como iluminados, no deben ser confundidos con los también llamados iluminados, místicos igualmente, aunque de orientación protestante, que nacieron y se extendieron dos siglos más tarde en lo que hoy es Alemania.

El diccionario de la RAE menciona la aparición de esta peculiar doctrina pero nada dice acerca de su desaparición. ¿Debería deducirse por ello que aún podría encontrarse algún alumbrado entre nosotros? El sentido común impide responder a lo que únicamente puede ser una pregunta retórica; y es que sólo cabe una respuesta, pensaremos en buena lógica. No es que hayan transcurrido algunos siglos, no; es que, por mencionar algo, han pasado por encima la Ilustración, la Revolución francesa… en fin... Aunque también es cierto que en España apenas habíamos notado el paso de estos y otros acontecimientos hasta hace cuatro días, como quien dice. De hecho, juraría que algunos, posiblemente demasiados, todavía no se han puesto al corriente del todo. No obstante y a pesar de lo dicho y sabido, el sentido común insistirá en descartar cualquier rastro de esa doctrina a día de hoy.

El sentido común es verdaderamente curioso. Solemos apelar al sentido común casi sin darnos cuenta, y lo hacemos porque funciona a pesar de las calamidades intelectuales que nos caracterizan por naturaleza. Aunque también es cierto que no todo el mundo recurre al sentido común ante el desconcierto, o ante la duda. Hay gente muy bruta y quizá por ello el viejo chiste se explica solo. Sin embargo, a menudo olvidamos algo importante, y es que el sentido común está lejos de ser un mecanismo relativista. Para decirlo con propiedad viene a ser justamente lo contrario; el sentido común actúa con una marcada tendencia al absoluto, aunque en la práctica y a primera vista pueda parecer otra cosa, ¿verdad? Un espejismo, en realidad. El sentido común es un motor lógico y costumbrista al mismo tiempo, y por esa razón necesita recurrir a categorías mentales, a principios básicos... y claro está, a la experiencia. La explicación ante lo que cualquiera juzgaría como una contradicción (nada puede ser absoluto y relativo al mismo tiempo) debe buscarse en la experiencia, o mejor dicho, en la aptitud del individuo (quizá fuera mejor decir ineptitud) para hacer los reajustes necesarios de talante y raciocinio siguiendo las enseñanzas de su itinerario vital. Es lo que explica que el sentido común no atine en ocasiones ante determinados retos. En la experiencia y en el esfuerzo por acumular experiencias y sistematizarlas y razonarlas, se encuentra la base de un conocimiento que podríamos llamar menor o no científico (el conocimiento científico plantea otras exigencias y servidumbres, aunque por ahí anda también). En todo caso y ante cualquier duda sobre la posibilidad, ni aun remota, de que existan alumbrados en nuestros días, el sentido común nos dirá sin asomo de vacilación que hace mucho tiempo que murió el último alumbrado, y que quizá su muerte no fue tan épica como la del último mohicano. Ni tan romántica, por supuesto.

Pero, es lo que digo; las cosas andan lejos de ser lo que parecen. Hace ya unos meses que coincido de vez en cuando con una alumbrada. No albergo duda alguna sobre lo que afirmo, hablo de una iluminada a todas luces. Debo anticipar que los momentos de coincidencia no son demasiados y no me pesan, pero la cosa me tiene intrigado por lo sorprendente del caso más que por su extraordinaria rareza.

No se trata de una alumbrada ortodoxa ni mucho menos, aunque está probado que una de las características de este movimiento místico era precisamente esa, no someterse a ortodoxias y confiar en que la lectura de la Biblia y la experiencia personal con Dios condujeran inexorablemente a la salvación eterna. Por ello, más que de heterodoxia quizá fuera mejor hablar de inexperiencia, incluso de impericia, para referirse a esta sorprendente mujer. Pero mi alumbrada es algo más que una chica iconoclasta e inexperta, también es inquieta, valiente y moderna, y por eso prefiere huir de campos trillados para abrirse camino por vericuetos que si bien suelen resultar accidentados por definición, al final deben antojársele mucho más provechosos. Digo yo que si fuera de otra manera no se explicaría tan asombrosa actitud. Por otra parte y recuperando el hilo dogmático, dudo, y seriamente, que la Biblia forme parte de sus lecturas si es que lee; lo que es una pena tanto si lee como si no. ¿Y qué decir en cuanto a su experiencia personal con Dios? No, definitivamente las cosas no van por aquí. Esta chica no es una meapilas ni mucho menos, y me alegro. La luz, o la inspiración si se prefiere, le ha llegado “por lo civil”. Nuestra amiga profesa una devoción laica y alejada de cualquier gazmoñería. Ni Dios ni sus representantes andan por medio; lo suyo es algo mucho más mundano desde luego. Me la imagino, animosa y combativa, en algún cenáculo local. Y yo descartaría que fuera literario o de índole similar. No sé, es un pálpito. Es más, estoy por asegurar que en algún círculo restringido de morales y virtuosos encuentra el alimento que necesita su soliviantado y juvenil espíritu. Y así debe ser porque todo alumbrado necesita de alguna conexión bajo pena de quedarse fundido más tarde o más temprano. Es una ley física. Los plomos son los plomos. Es lo que tienen.

Instalada en su adolescente ingenuidad, nuestra adorable alumbrada parece que trabaja muchísimo. Siempre la vemos al borde del desbordamiento y, claro, se queja. Pobrecilla; antes que ella nadie parecía darse cuenta de lo complicado y duro que es trabajar. Por lo visto se implica tanto en su trabajo y es tanta la intensidad que pone en la tarea que hasta a los más veteranos les ha sacado los colores. Bueno, a los veteranos y a los que no lo son tanto porque ella cree firmemente en la igualdad y ni hace distingos ni repara en clases. Con su ejemplo se ha puesto en evidencia que hasta que llegó nadie sabía qué llevaba entre manos. Menos mal que ahora ella ilumina el camino, aunque cuesta mucho lograr que las viejas cosas cambien y por todo ello mi alumbrada amiga es una quejica con causa.

El quejica con causa es como el rebelde sin causa pero en activo. El inolvidable James Dean (todavía no sé muy bien porqué) lo dejó meridianamente claro en aquella memorable película (tampoco sé porqué): él era un pasota depresivo, y creó escuela. Pero en nuestro caso la alumbrada no es nada pasota; bien al contrario, es hiperactiva. Es una quejica hiperactiva, una quejica hiperactiva con causa para más señas, lo que me trae a la cabeza aquello de... en la causa de la causa se halla la causa del mal causado, como decían (más o menos) los escolásticos.

Mi amiga, la alumbrada, tiene una fea costumbre a pesar de todo: le encanta señalar con el dedo y convencida como está de ser la única fuente de luz allá por donde pasa, no le duelen prendas en sacudir a diestro y siniestro. Quien sabe, a lo mejor el mundo se lo merece pero a mí a veces me asalta la duda. Pero, qué caramba, seamos positivos; es más, estoy seguro que ella sufre más al arrearle al mundo que el mundo mismo al recibir sus arreos. Las admoniciones son lo suyo, se ve enseguida que ha nacido para esto. Es como…, como una madre, y la suya, es una manera como otra cualquiera de educar a los polluelos por la via amonestativa. Mi alumbrada es una chica inexperta que aunque solo hace unos meses que trabaja, ya ha tenido bastante para calar a todos los sujetos de su entorno. Ha sido más que suficiente para conocer los defectos del sistema y de la gente que le rodea, que son muchos desde luego, y abultados. Lo digo con algún conocimiento de causa, porque llevo dieciocho años en la brecha (más otros once en otras brechas) y a pesar de todo no puedo evitar meter la pata de vez en cuando, y a veces hasta el fondo. Pero hoy el mundo la tiene a ella, proyectando su fe y su esperanza, aunque no su caridad, por ahora. Con el tiempo todo llegará, supongo. Yo no pierdo la ilusión pero, de momento, compadezco a sus compañeros de trabajo. En fin; quizá mañana escampe. Debe ser la luz, que a menudo deslumbra.

martes, 13 de marzo de 2007

Viva Ep-paña, con todas las pes que hagan falta (cuenta)

Contención, esa es la virtud, esa es la idea. En la contención se encuentra la clave de la convivencia; y de la paz social y el bienestar, llevada la consecuencia al extremo deseable. No es en la tolerancia sino en la contención, porque contenerse resulta fundamental entre otras muchas cosas, para no ceder y mantenerse firme frente al impulso de estupidez que nos asalta de vez en cuando. A todos, por supuesto. Creo firmemente que el secreto está en la contención, algo que solo los muy ignorantes pueden llegar a confundir con la represión. Y es que una persona contenida poco tiene que ver con una persona reprimida. Muy poco.

Que bonita; pero que bonita lució el sábado pasado la última gran manifestación convocada por el PP en Madrid, ese día y más que nunca, carrefour de las españas. Que bonito espectáculo. Cuanta gente normal. No me extraña que el señor Rajoy se felicite por el mismo y se felicite a sí mismo, que no es lo mismo. Yo también le felicito, si señor, por lo mismo. Y es que tiene usted razones de sobra para sentirse satisfecho. Sonría señor Rajoy ¡no se contenga, hombre! Déjese llevar por el orgasmo de... (ui! mil perdones, señor Acebes, en qué estaría yo pensando que paso de contenido a deslenguado como quien pasa de bolero a velero) ...felicidad que le embarga. Zapatero al paredón. So-cia-listas, a-se-sinos. Za-pa-tero, con-sua-buelo. Viva Ep-pañaaaaa. Ep-paña entera, una sola bandera. Es lo que digo yo: que viva todo eso y más. Y que viva todo el mundo, dicho sea de paso. No seamos tacaños con los vivas, que no cuestan nada. Además, a esos del viva ep-paña se les suele olvidar con mucha facilidad que a la gente, a toda en general, le gusta vivir. Y vivir tranquila, para más señas, que vivir de otra manera ya ni es vida ni es . Dicho eso, que viva todo el mundo. Y por supuesto, que viva también la España de las dos pes, que yo no tengo manías y dos pes gallardamente administradas pueden dar mucho de sí. ¡Que viva todo! ¡Viva la vida! La vida buena, claro.

Pero, déjeme que insista. Déme la oportunidad de persuadirle señor Rajoy; no se contenga, se lo suplico. Libérese de complejos y ataduras y abandónese al íntimo gustito que le acecha desde el sábado, aunque que sea por un momento. Sea usted feliz, que lo tiene merecido. Se lo merece porque cuando más cerca lo tenía se lo birlaron por la cara. Bueno, fue por esas mentirijillas que todos sabemos, pero, lo mismo da ¿quien no ha necesitado entonar alguna vez un mea culpa, señor Rajoy? Así que no se corte, hombre, desmelénese y deje que sea Acebes el que se encargue de los rosarios y demás zarandajas; al fin y al cabo ese chico es, y de largo, el más aventajado en ese campo. Venga, sea valiente, salga de una vez del confesionario y diviértase. Y como la vida le sonríe responda en la misma medida y enséñenos su mejor sonrisa. Demuestre que la naturaleza le dotó a usted de una bonita dentadura, caramba. Si me atrevo a decirlo y siempre con el debido respeto, es porque no se la vemos nunca y al final la gente acabará pensando que se la olvida usted en la mesita de noche, dentro del vaso correspondiente, y que su reconocida desmemoria, los años sin duda, le juega a usted una mala pasada también en este asunto, como cada vez que se olvida de… Pero, ¿que más da? ¿a quien le importa? Ahora no es momento de nimiedades. Relájese y disfrute. Está en su mejor momento. Za-pa-tero, con-sua-buelo. ¿Donde estará el abuelo de Zapatero? Y ya que estamos, ¿donde tiene usted la cabeza, señor Rajoy? ¿No me diga que se la ha vuelto a dejar en la mesita de noche, junto al vaso de la dentadura? Colosal, amigo mío, co-lo-sal.