martes, 16 de enero de 2007

Un sueño de rebajas (cuenta)

Con el cajero automático fuera de servicio no queda más remedio que hacer cola durante unos minutos para obtener un reintegro. Hay tres personas por delante, un hombre a quien sirven en este preciso instante y dos mujeres más que charlan animadamente mientras esperan; seguro que van juntas. Se trata de dos mujeres jóvenes y guapas, de unos veintiocho o treinta años, y una de ellas vigila un niño pequeño que no para de ir arriba y abajo por la oficina de la Caixa. Su tema de conversación gira alrededor de las inevitables rebajas, y es que las rebajas son uno de los fenómenos sociales de nuestro tiempo. Admirable, se mire como se mire. No hemos recuperado aún el aliento tras la obsesión consumista navideña y ya se engalanan las tiendas para hacer más fácil, si cabe, el enésimo asalto a los bolsillos de los sufridos consumidores. Y bien que se afanan. No hay tregua que valga para la reconstrucción de las economías domésticas, aunque por lo visto esto carece de la menor importancia y nadie escatimará medios para arrasar definitivamente con la migajas. ¡Han llegado las rebajas! Es el progreso, ¡que maravilla! ¿Recuerdas aquel top verde tan mono que vimos en “Mortificación García”? Pues ahora sólo 89,9 €. Casi treinta euros menos, tía! La felicidad, sin duda; o cuando menos lo que más se le parece si te dejas llevar por la eufórica alegría de las señoras.

Mientras escuchaba la charla (sólo alejándome diez pasos podría haberlo evitado, pero no era el caso) yo procuraba poner cara de mayordomo inglés tomando especial cuidado en no hacer ni siquiera un gesto que pudiera incomodarlas. Al fin y al cabo cada uno es como es, y punto. Pero no podía quitarme de la cabeza los treinta euros, la verdad. Y es que oyes la conversación y te vienen ganas de salir corriendo hasta la "Mortificación" antes de que se acaben los tops de tu talla y pierdas la oportunidad de ahorrarte un pellizquito. Porque treinta euros son treinta euros, y de treinta en treinta puedes acabar haciendo un buen fajo. Y empecé a darle vueltas al quid del asunto. Pensaba: si esta mujer es lo bastante inteligente comprará un mínimo de diez tops y así, como si nada, se ahorrará 300 euros a razón de treinta euros por top. Es fantástico, tía! ¡Trescientos euros que el mes de febrero podrás gastar en lo que quieras! En más tops, por ejemplo, que el mes de febrero vienen las segundas rebajas y con ellas una nueva oportunidad de ahorrar otros trescientos. ¿Te imaginas? ¡Podrías ser la reina de tops! como la reina de corazones, o de picas... Y además ahorrando, siempre ahorrando. La felicidad, seguro. O algo parecido, insisto.

¿No es una pena que las rebajas duren tan poco? Si hubiera rebajas cada mes todo el mundo podría ahorrar trescientos euros mensuales y, si bien es verdad que con ello perderíamos algo de espontaneidad en el vestir (todos en top), no es menos cierto que el cambio justificaría sobradamente el sacrificio. La única que saldría perdiendo sería la "Mortificación" pero, sopesando el beneficio que el negocio supondría para la comunidad entera, la pérdida podría ser considerada como un daño necesario, o colateral, dicho de otro modo; es más, ya puestos y para acabarlo de redondear, me atrevería a proponer la posibilidad de socializar pérdidas nacionalizando la "Mortificación". Si, ya se que en estos tiempos que corren, tan aguerridamente neoliberales, hablar de nacionalizaciones suena poco menos que a anatema, pero, piensen en el interés general, por favor. Al fin y al cabo, la "Mortificación" podría ser considerada como en su momento lo fue el fútbol, ¿se acuerdan? En su día el señor Álvarez Cascos resolvió el problema a plena satisfacción; y todos tan felices.... Eh, tío, despabila que te toca a ti. ¡Despierta hombre! Era un joven impaciente que probablemente quería dinero para irse de rebajas. Si, si; ya voy, perdona.