martes, 13 de marzo de 2007

Viva Ep-paña, con todas las pes que hagan falta (cuenta)

Contención, esa es la virtud, esa es la idea. En la contención se encuentra la clave de la convivencia; y de la paz social y el bienestar, llevada la consecuencia al extremo deseable. No es en la tolerancia sino en la contención, porque contenerse resulta fundamental entre otras muchas cosas, para no ceder y mantenerse firme frente al impulso de estupidez que nos asalta de vez en cuando. A todos, por supuesto. Creo firmemente que el secreto está en la contención, algo que solo los muy ignorantes pueden llegar a confundir con la represión. Y es que una persona contenida poco tiene que ver con una persona reprimida. Muy poco.

Que bonita; pero que bonita lució el sábado pasado la última gran manifestación convocada por el PP en Madrid, ese día y más que nunca, carrefour de las españas. Que bonito espectáculo. Cuanta gente normal. No me extraña que el señor Rajoy se felicite por el mismo y se felicite a sí mismo, que no es lo mismo. Yo también le felicito, si señor, por lo mismo. Y es que tiene usted razones de sobra para sentirse satisfecho. Sonría señor Rajoy ¡no se contenga, hombre! Déjese llevar por el orgasmo de... (ui! mil perdones, señor Acebes, en qué estaría yo pensando que paso de contenido a deslenguado como quien pasa de bolero a velero) ...felicidad que le embarga. Zapatero al paredón. So-cia-listas, a-se-sinos. Za-pa-tero, con-sua-buelo. Viva Ep-pañaaaaa. Ep-paña entera, una sola bandera. Es lo que digo yo: que viva todo eso y más. Y que viva todo el mundo, dicho sea de paso. No seamos tacaños con los vivas, que no cuestan nada. Además, a esos del viva ep-paña se les suele olvidar con mucha facilidad que a la gente, a toda en general, le gusta vivir. Y vivir tranquila, para más señas, que vivir de otra manera ya ni es vida ni es . Dicho eso, que viva todo el mundo. Y por supuesto, que viva también la España de las dos pes, que yo no tengo manías y dos pes gallardamente administradas pueden dar mucho de sí. ¡Que viva todo! ¡Viva la vida! La vida buena, claro.

Pero, déjeme que insista. Déme la oportunidad de persuadirle señor Rajoy; no se contenga, se lo suplico. Libérese de complejos y ataduras y abandónese al íntimo gustito que le acecha desde el sábado, aunque que sea por un momento. Sea usted feliz, que lo tiene merecido. Se lo merece porque cuando más cerca lo tenía se lo birlaron por la cara. Bueno, fue por esas mentirijillas que todos sabemos, pero, lo mismo da ¿quien no ha necesitado entonar alguna vez un mea culpa, señor Rajoy? Así que no se corte, hombre, desmelénese y deje que sea Acebes el que se encargue de los rosarios y demás zarandajas; al fin y al cabo ese chico es, y de largo, el más aventajado en ese campo. Venga, sea valiente, salga de una vez del confesionario y diviértase. Y como la vida le sonríe responda en la misma medida y enséñenos su mejor sonrisa. Demuestre que la naturaleza le dotó a usted de una bonita dentadura, caramba. Si me atrevo a decirlo y siempre con el debido respeto, es porque no se la vemos nunca y al final la gente acabará pensando que se la olvida usted en la mesita de noche, dentro del vaso correspondiente, y que su reconocida desmemoria, los años sin duda, le juega a usted una mala pasada también en este asunto, como cada vez que se olvida de… Pero, ¿que más da? ¿a quien le importa? Ahora no es momento de nimiedades. Relájese y disfrute. Está en su mejor momento. Za-pa-tero, con-sua-buelo. ¿Donde estará el abuelo de Zapatero? Y ya que estamos, ¿donde tiene usted la cabeza, señor Rajoy? ¿No me diga que se la ha vuelto a dejar en la mesita de noche, junto al vaso de la dentadura? Colosal, amigo mío, co-lo-sal.