martes, 27 de octubre de 2009

El paréntesis (cuenta)


Juan y Narciso nacieron el mismo año; el primero vio la luz nada más entrar la primavera y el otro llegó con los calores estivales. Se conocieron mientras hacían cola ante el Centro de Movilización y Reclutamiento de Barcelona en espera de recibir el petate y la carta de viaje preceptivos. Una semana después ambos iniciarían un lento peregrinaje hasta el Centro de Instrucción a bordo de un largo y destartalado tren con asientos de madera tan duros como sucios; fueron destinados a Cartagena, a la Infantería de Marina, donde habrían de pasar dos largos años de sus vidas. Nunca fueron verdaderos amigos aunque coincidieron en mil borracheras y en un millón de guardias; alguna tarde de sábado, incluso, llegaron a soportar juntos el desdén por los uniformes que anida en la mirada de las jóvenes del lugar. También compartieron el vino y el queso de otros infantes de marina y con ellos, los canutos propios. Hedor a alcohol, humo y ropa usada, sonrisas embriagadas e inocuas siempre y por las mañanas alaridos bravucones de patriotas inestables, peligrosos, de a tres galones por bocamanga. Llegado el momento fueron licenciados y sus caminos jamás volvieron a cruzarse. Hoy, 52 años después, Juan y Narciso han desparecido. Uno tuvo una vida larga y prolífica. El otro no. Ambos murieron un mismo día y en el mismo instante fueron olvidados.